ADVERTENCIA: La información que aquí aparece distinta a la propia de la defensa personal, puede cambiar la concepción que tienes sobre asuntos de verdadera importancia. Si no deseas esto, elige la pastilla azul y fin de la historia. "Bienvenidos al mundo de lo real" (Morfeo. The Matrix)

Mi REACCIÓN ante un ATRACO...en un TREN

  Hace tiempo, mientras estaba leyendo, me intentaron atracar en un vagón de tren dos indeseables con tantas tachuelas y cadenas colgando como para montar una ferretería y no pedir género en un tiempo.  Por aquel entonces, ya disponía de conocimientos de karate como para haberles hecho meditar sobre sus vidas en la cama de algun hospital, pero no; mi respuesta no tuvo nada que ver con Karate Kid precisamente.  ¿Por qué? por la sencilla razón de que en las clases, NO PRACTICAS las técnicas HACIENDO DAÑO a tu OPONENTE, sino todo lo contrario: con mucho respeto y con mucho cuidado de no lesionarle (básicamente porque se le acabaría el negocio a la escuela)... y por lo tanto, inconscientemente aprendes a ejecutarlas de una forma 'impropia' y nada real .
Y eso es lo que me 'salió' del alma en aquel momento cuando quise defenderme de aquella agresión: mucho CUIDADO y sobretodo: RESPETO, contra quienes me estaban amenazando; vaya jugada. Yo sabía que algo no estaba funcionando en mi, pero ¡¡no podía hacer nada para evitarlo!!

  
Volviendo al atraco ...estos especímenes, bastante mayores que yo, entraron en el vagón en el que me encontraba; 
después de realizar el escandaloso numerito de  'montar' salvajemente a caballo sobre los respaldos de dos de los asientos, pegando todo tipo de gritos, amedrentando al poco personal presente (menudos y de origen chino), que pareció querer introducirse en lo más profundo de la gomaespuma enfundada de sus asientos. Cuando lo consideraron oportuno, se bajaron de sus montas y al pasar por delante de mi al dirigirse al vestíbulo, uno le dijo al otro, algo al oído (enseguida me di cuenta de la posible jugada, pero no llegué a creerla realmente; era de noche; era el último tren). De repente, salieron de ese vestíbulo, entraron en mi zona y se sentaron, uno en frente de mi, y otro a mi lado, impidiéndome la salida.

     El que estaba enfrente pronunció las palabras mágicas: "Dame todo el dinero que tengas". Yo, que no acababa de creer que lo que me estaba pasando era real...decidí, con bastante sangre fría, seguir leyendo como si no me hubiese dado cuenta de nada. Ante mi nula atención a su exigencia, este elemento me repitió su mejor frase algo más alterado si cabe, no sé, así como ofendido en su ego.
Fue en ese momento cuando finalmente decidí salir de la historia de ficción que estaba leyendo, y me dispuse a vivir una algo más real.

  Ante su maleducada insistencia, pensé que había llegado el momento de poner en práctica mis letales conocimientos marciales con ellos.  No intenté entablar una conversación con mis amigos para hacerles desistir de su intención. Mi reacción fue rápida; muy rápida. Y fue sorpresiva; muy sorpresiva; incluso, créeme, para mi.

  Pasé en décimas de segundo, de la más absoluta tranquilidad, como si estuviese leyendo en el salón de mi casa, y sin mirarle a los ojos, a agarrar su cuello con una sola mano y con toda mi fuerza (que como ya sabes, en esos casos es superior, debido al chute de adrenalina y demás hormonas que fabrica nuestro cerebro en una situación de peligro y riesgo para tu vida), ahora sí, taladrándole los ojos con los míos.

 Debí apretar tanto su garganta, mientras le clavaba las uñas en su parte más posterior a la que podían llegar mis largos dedos , que además de quedarse sin palabras (de la emoción, supongo), el tono de la piel de su cara se fue poniendo azul, de verdad, no es una exageración: azulado-morado...y a medida que nos iba levantando a mi y a él del asiento, le dije sin soltarle, con  sobrada furia y los dientes apretados:
-"¡¡¡ ¿PERO TÚ QUIEN TE HAS CREÍDO QUE ERES, DESGRACIADO?!!! "

  
Yo realmente no me dedico profesionalmente a ser víctima de atracos así que, no tenía establecido un protocolo para tales casos, y no sabía muy bien qué hacer. Esperaba que fluyese alguna técnica practicada en las clases...¡pero no! Después de incorporarme e incorporarle (íbamos junto en esto) y sin soltarle el cuello ....¿¿¿Qué crees que es lo que hice???.¿¿¿Cuál fue el 'golpe secreto del 'samurái' que sólo a los alumnos más avanzados les es desvelado, no sin antes haber demostrado su tesón y disciplina diaria y bla bla bla, bla bla bla ...??? Pues, sin soltarle del cuello con la mano izquierda, y una vez estábamos de pie, le empecé a PROPINAR con toda mi fuerza, tal serie de bofetadas con la derecha, de un lado al otro, que me duele la mano sólo de recordarlo, Y QUE POR NO SABER QUÉ  HACER A CONTINUACIÓN, para no darles tiempo a que reaccionasen, y mientras iba pensando en qué hacer después, no se me ocurrió otra cosa que SEGUIR repitiendo la secuencia UNA Y OTRA VEZ (ésta era: bofetada y revés de vuelta, y vuelta a empezar) ... y antes de que el cabrón este recuperase el aliento, si es que le quedaba algo, me volví rápidamente hacia el ferretero que se había sentado a mi lado y... le endosé la misma secuencia de fotogramas que había dado resultado con su 'jefe'. Luego, como seguía sin ocurrírseme nada más que hacer...volví a ocuparme del primero antes de que se recuperase del atontamiento. Y bueno, ahí les ves, gracias a mi duda de qué hacer después,  a los mafiosos del tren de cercanías...en el suelo...KO's (Knocked out)...o lo que es lo mismo:  f u n c i o n ó;  no de la manera que hubiese imaginado... pero funcionó, que es de lo qué se trata en cualquier acción de defensa personal.


En otras palabras, que todos los conocimientos marciales técnicos que había adquirido durante años... no salieron a escena, se quedaron en la trastienda ... no sé por qué; por no hacerles daño, por los nervios, por falta de tiempo para pensar en la técnica adecuada, puede que porque  estaba sentado, o por muchos otros motivos. Y eso me dio que pensar. Menos mal que bastó con una ración y media de tortas 'de la casa' para dar de comer al hambriento, que como soy católico, es algo que intento llevar a rajatabla siempre que se presenta la ocasión.


Así que ... ¿Por qué no una o varias bofetadas bien dadas, como un arma más a tener en cuenta en nuestro arsenal particular de defensa personal? Ya lo sabes...
 Y por favor: no tengas miedo a hacerle daño alguno a tu agresor (yo al principio lo tenía y no quería lastimarles en forma alguna) ...porque él: YA TE LO ESTÁ HACIENDO, Y SI NO REACCIONAS ... el daño que puedes recibir de él/ellos será siempre mayor que el que puedas producir al repeler su agresión.


(En el momento de la redacción de esta entrada del blog, tenía 18 años y  no conocía el por qué no pude recordar ninguna técnica. Es un 'programa' de nuestro cerebro que he explicado en la barra lateral en mi mensaje de bienvenida y que aparece descrito también en otra entrada).


La rapidez, los reflejos y sobre todo, la claridad mental...son más importantes que el método concreto de defensa que vayas a realizar. El estar alerta, suele ser muchas veces suficiente. Suficiente para sorprender al que te quiere sorprender, precisamente porque cree que tú no lo estás, y acaba siendo él, el 'invitado' de honor...a la fiesta sorpresa que, amablemente, te había preparado.
Estos dos delincuentes pringados, nunca pensaron que una persona de bien, un adolescente con cara de niño bueno...iba a reaccionar así. Ni ellos lo pensaron...ni yo tampoco.

(Esto que vas a leer a continuación, lo estoy escribiendo mucho tiempo después; muchos años después; hasta ahora no había querido contar toda la experiencia, para animarte a enfrentarte en una situación desfavorable, antes que rendirte, como suele pasar, por miedo. Pero quiero continuar hoy con lo que pasó después, porque creo que es más importante que lo que acabas de leer.

 Si hubiese pensado en la posibilidad que voy a relatar ahora - en el juego del ajedrez, y en cada partida en concreto, hay que pensar en todas las posibles jugadas -tuyas y del adversario- antes de mover -, por muy disparatadas que te parezcan... seguramente les habría dado el dinero que me pedían. En aquel momento olvidé un detalle; un sólo detalle que me podía haber costado la vida. Pero me pudo mi inexperiencia, juventud, y mi decisión vital de masacrar a los que abusan de los demás por sistema; sea de mi o de cualquiera. Es más, te voy a contar un secreto que no les conté a los atracadores: en el momento de su altruista acción, NO LLEVABA UNA SOLA MONEDA ENCIMA, ya que había gastado lo que llevaba horas antes. Se lo podía haber dicho...y fin de la historia.  Mi reacción fue únicamente una cuestión de honor; una lección para los indeseables; un aviso a navegantes, de que ya no lo van a seguir teniendo tan fácil. Para que se lo piensen dos veces, antes de meterse con la gente de bien. Hoy me alegro de todo, aunque fui un inconsciente. Pero desde arriba, me protegen. Siempre lo han hecho.
Aún así, ya sabes: "el cementerio...esta lleno...de valientes", así que tú tranquila...).

Pero ¡cuidado! ¿Qué pasó acto seguido en ese vagón...? Pasó que esa gente se subió al tren, pero no solos, sino con su banda de indeseables, apenas unos minutos antes, y yo les había visto desde el tren, cuando se subieron en un vagón lejano al mío, en la estación de Recoletos, en Madrid. Y pasó... que se abrió la puerta que comunicaba mi vagón con otro y apareció el resto de la manada de la película 'la Naranja Mecánica'. Me quedé blanco; se me secó la boca y la garganta; todavía lo recuerdo. El tren estaba en marcha, no había escapatoria. Comprendí en ese momento, que había llegado mi día. 

(Te voy a pedir un favor, porque aunque el tono de esta entrada está siendo sarcástico porque estoy, evidentemente, con vida, esto que te cuento ya no va en broma) 

De repente vi aparecer al monstruo ese que no cabía por la puerta; debía ser el líder de esa piara de cerdos. Vi aparecer a esa 'cosa', a esa masa de carne con tachuelas, y a todo su séquito detrás, preguntando que qué había pasado a los delgados y apocados chinos que se encontraban al lado de la puerta, 'incrustados' en sus asientos, en esa parte del vagón y a los que miró antes que a mi. Los chinos se hicieron los suecos, encogiéndose de hombros, mirándole con cara de terror y sumisión. Así que la ecuación sólo tenía una incógnita: ¿quién?...y una solución: el chaval del fondo: yo. Fin de la partida. Creía que había ganado...pero con esa posible jugada no conté.

Nos separaban unos diez metros; salté sin pensarlo hacia el vestíbulo de entrada y salida de viajeros que tenía a mis espaldas. Pero no podía salir; el tren como te he dicho, estaba en marcha. Nunca he querido esfumarme de ningún sitio como de aquel vagón que tantas otras veces me había traído y llevado sin problemas. Nunca tanta impotencia. No tenía salida y me iban a destrozar.

Faltaban diez segundos para que me diesen caza como a un ratón en una bañera.
Nueve, ocho... y las consecuencias iban a ser fatales.
Siete, seis...y mi mente no podía encontrar una solución al problema que tenía en frente. No podía...porque no existía; y lo sabía; era perfectamente consciente. Se acercaban. Estaban en frente, Así que pensé primero en dialogar. Rápido comprendí que con estos tipos, y dos de ellos en el suelo, no era la mejor opción. Así que sólo me quedaba una:  Volver a repartir pizzas con pepperoni, pero esta vez, sabía que no iba a tener para todos.
Se me habían escapado dos jugadas posibles: que eran parte de un grupo...y que estaba encerrado en un tren. Dos...uno...

¡El tren se detuvo y se abrieron las puertas!¿Recuerdas que había dicho que formaba parte de un Club...?
Había llegado a la estación de Atocha. Bajé dándole gracias, como pocas veces en mi vida hasta aquel momento. Supongo que ya sabrás a quien, ¿verdad? Claro, al Creador de mi club.
Era casi medianoche cuando salté al andén. Fui el único que lo hizo en esa estación, fantasma a esas horas.  Miré rápido a uno y otro lado para comprobar que ningún indeseable se bajaba. Se cerraron las puertas. El tren siguió hacia no sé dónde, ni me importaba.
 Mientras caminaba, cual cowboy victorioso en un solitario plano de película del oeste, observaba de reojo partir al tren, y a ellos mirándome con ganas, apoyando sus antebrazos y sus sucias caras en los sucios cristales .

Sonreí eufórico, como pocas veces.
Creo que nunca me habías regalado algo así.
Gracias...Amigo.